Bet Alabern: ‘No te das cuenta de las dificultades que conllevan algunas decisiones urbanísticas hasta que las sufres’

Bet tiene 39 años y padece esclerosis múltiple desde los 18. Es arquitecta y urbanista, y fundó Territori 24 Arquitectura i Urbanisme. Ahora dirige el curso “¡Ciudad para todos!”, que se celebra en Barcelona los próximos días 20 y 21 de noviembre, y defiende un modelo de ciudad más amable con los ciudadanos y que haga la vida más sencilla a las personas con EM.

¿Cuándo le diagnosticaron esclerosis múltiple?

Estaba empezando la carrera de arquitectura y tenía 18 años. Tuve miedo de no poder seguir con los estudios, pero finalmente terminé la carrera de forma brillante. Todo fue muy bien. Recibí muchas becas y también viajé. Quería seguir estudiando, así que empecé el doctorado. Este me llevó primero a Boston y luego a Chicago. Cuando me encontraba allí investigando, me volví inmune a la medicación que había estado tomando hasta entonces.

Por lo tanto, usted descubre la esclerosis múltiple en Chicago…

Sí, porque hasta entonces, mi esclerosis múltiple había sido muy benigna. Parecía que en verano, con el calor, cogía gripe, pero nada importante. En Chicago, tuve un brote severo e incluso llegué a tener dificultades para caminar. Empecé a ir al hospital a menudo y el médico me recomendó que volviera a mi país y probara otra medicación. Así volví a Barcelona y en el Hospital Vall d’Hebron me cambiaron el tratamiento farmacológico.

¿Qué aprendió sobre arquitectura durante su estancia en Estados Unidos?

Aprendí que la teoría debe aplicarse. Los norteamericanos son así. Piensan algo y, al día siguiente, ya lo están llevando a cabo. Son muy dinámicos, rápidos y sienten la necesidad de implementar lo que han pensado. Para el emprendimiento de las empresas, esto es algo muy positivo. En cambio, los europeos se lo piensan todo mucho más y necesitan consultar cualquier cosa.

¿Y qué aprendió de su enfermedad?

Que, a veces, no te das cuenta de las dificultades que conllevan algunas decisiones urbanísticas hasta que las sufres. Por ello, doy mucha importancia a las ciudades amables

¿Cómo debe ser una ciudad amable?

Debe ser una ciudad accesible para todos, sin barreras arquitectónicas. Una ciudad donde se pueda hacer un recorrido con seguridad porque está señalizado y donde, a la vez, se disfrute de un entorno agradable con vegetación. Una ciudad amable es también una ciudad cómoda porque dispone de un lugar para sentarse cada pocos metros. Esto es fundamental. Además, debe tener parques públicos y plazas donde los niños puedan jugar y los mayores hablar y relacionarse.

Para mejorar como ciudad amable, ¿en qué ciudad deberíamos reflejarnos?

Depende. No hay una ciudad perfecta. Por ejemplo, Marrakech es un cero respecto a los elementos urbanos de los que dispone pero, en cambio, es un diez en cuanto a tranquilidad y placidez en los espacios urbanos. Hay una tranquilidad que no existe en ningún otro sitio de Europa. La relación entre la gente también es muy buena. La gente es empática. En Francia hay lugares muy bien adaptados, sobre todo parques.

Usted defiende que las nuevas tecnologías y un urbanismo más amable le hacen la vida más fácil. Cuéntenos cómo.

En cuanto a las nuevas tecnologías, el teléfono móvil es básico para mí. Sobre todo es a raíz de los brotes de la EM que me desoriento con mucha facilidad.

Disponer de un aparato con el que pueda acceder a Google Maps y que esta aplicación ya me trace una ruta y me georeferencie, me es algo muy útil porque simplemente tengo que ir siguiendo la bolita que aparece en la pantalla. Los paneles situados en diferentes puntos de la ciudad, que te indican dónde estás, también son muy útiles.

Yo agradezco también que las paradas de autobús especifiquen cuánto tiempo falta hasta que llegue el próximo autobús. De esta manera, si sé que el bus aún va a tardar diez minutos, puedo ir a tomar un café y descansar ese rato.

Como arquitecta, ¿de qué manera mejoraría la ciudad para las personas con EM?

Por ejemplo, las personas que van en silla o moto eléctrica siempre sufren por si se les agota la batería. ¿Por qué no instalamos puntos de recarga para vehículos eléctricos? Esto sería muy útil porque daría autonomía a las personas que se desplazan en sillas eléctricas.

¿Qué más?

Instalaría más bancos, asientos, sillas, muretes o algún punto de apoyo para apoyarnos.

¿Cada cuántos metros necesitamos un banco? ¿Cada 200 metros?

No. Cada 200 metros es una distancia demasiado larga. 100 metros sería la distancia adecuada.

¿Qué más haría?

Plantaría vegetación en las plazas. Hay demasiados coches. Debería encontrarse un punto de convivencia entre coche y peatón, dando siempre prioridad a los peatones y colocando elementos en la acera para que los coches no aparquen.

¿Pilones, quizás?

Sí, pero no pilones como los que hay ahora, sino pilones multifuncionales que tengan forma de bola o de tambor y que, de esta manera, también permitan a la gente sentarse en ellos y descansar.

¿Hemos mejorado, pues, en cuanto a barreras arquitectónicas?

Sí.

¿Y cuál es su opinión sobre las rampas?

Las rampas deben ser inclusivas. No deben colocarse en recorridos segregados, sino que deben ser para todas las personas: para las que tienen problemas de movilidad y para las que no. Por ello, me refiero a una sola ciudad para todos.

¿Padecer esclerosis múltiple le ha ayudado a ver la vida desde otro ángulo?

Seguro. Mi punto de vista me ayuda a pensar más en las personas y en querer proyectar el espacio más cómodo y adecuado. Sobre todo, me ayuda a pensar que, ante un proyecto de urbanismo, se debe adoptar una actitud de ayuda a la ciudadanía, construyendo espacios confortables y con vegetación. Los olores son imprescindibles.

¿Los olores?

Es el sentido que tenemos más desarrollado. Un olor puede hacerte feliz o, al contrario, puede darte mucho asco. El olor es muy importante y, por ello, es necesario que en una ciudad haya más flores y menos humo de coches.

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