Testimonio de esclerosis múltiple de Albert Romero: “La vida me ha dado una segunda oportunidad y la tengo que aprovechar”

Albert Romero es un joven cocinero de 29 años que vio cómo su vida cambiaba radicalmente con un diagnóstico de esclerosis múltiple en 2023. En esta entrevista, nos cuenta su camino desde los primeros síntomas hasta un trasplante de médula, los desafíos emocionales y su nueva perspectiva sobre la vida y la gastronomía.

– ¿Cuándo te diagnosticaron?
En abril de 2023, todavía no hace ni dos años.

– ¿Por qué fuiste al médico?
Por una neuritis óptica, que entonces tampoco sabía lo que era. Llevaba un par de semanas notando algo extraño, tenía el pie derecho dormido y hormigueos, pero lo atribuí a una cuestión muscular y fui al fisioterapeuta. Pero un día, empecé a notar vértigo y el día siguiente, al cerrar el ojo izquierdo, me di cuenta de que no veía por el derecho.

– ¿Qué veías?
Una mancha gris gigante. No veía la cara de las personas cuando hablaban delante de mí. Me asusté, pero todavía esperaba que se fuera solo hasta que una amiga me recomendó ir al médico.

– ¿Y cómo fue?
Recuerdo que le dije que no quería ir al médico por miedo al diagnóstico. Sabía que me pasaba algo grave. Aun así, trabajé 15 días cojo y con visión reducida dentro de una cocina. Finalmente, fui al oftalmólogo, pensando que era el profesional adecuado.

– ¿Qué te dijo?
Que no tenía nada en los ojos y me derivaron a neurología. En el Hospital Taulí de Sabadell, el neurólogo me diagnosticó neuritis óptica y me ingresaron para hacer pruebas. Días después, el diagnóstico fue claro: esclerosis múltiple.

– ¿Conocías la EM?

Había oído hablar de ella. Mis tías trabajan en la Universidad Autónoma de Barcelona y allí cada año se hace el “Mójate por la esclerosis múltiple”. Ellas siempre han participado comprando merchandising que me regalaban. Tengo camisetas del “Mójate” de cuando era pequeño. Me sonaba la palabra, pero cuando recibí el diagnóstico, inevitablemente, lo primero que me vino a la cabeza fue una silla de ruedas.

– ¿En el hospital te explicaron un poco la EM?

Sí. Me explicaron el funcionamiento de la EM y me dijeron que no me preocupara porque lo habían detectado a tiempo, que había fármacos de sobras con eficacia comprobada para parar su progresión. Cuando todavía no había empezado el tratamiento, empecé a andar cojo de la pierna derecha y empecé a ver puntos grises en el ojo izquierdo. Fui a urgencias y me dijeron que había tenido un segundo brote.

– ¿Qué paso entonces?

El tratamiento que me iban a dar ya no lo recibí y pasé directamente a otro más fuerte. Me lo pusieron a mediados de mayo y en el mes de junio vi progresivamente que no podía caminar.

– ¿Qué notabas?
Podía caminar dos minutos, pero si no me sentaba, me caía al suelo. No quise utilizar muletas ni silla por orgullo. Volví a ingresar en el hospital y los médicos empezaron a dudar si realmente tenía esclerosis múltiple.

– ¿Qué pensaste?

Durante un segundo tuve esperanza: “ostras, qué fuerte, no tengo esclerosis múltiple” Pero luego pensé: “y si no es esclerosis múltiple, ¿qué es?” Me dijeron que entraríamos en enfermedades más minoritarias y desconocidas. Entonces, sí, quería tener esclerosis múltiple. Me dieron un tratamiento endovenoso, iba haciendo neurorrehabilitación, estaba muy controlado y mejoré, pero no estaba bien. Estaba extremadamente cansado. Hacer cualquier cosa me suponía un esfuerzo titánico cuando yo he trabajado hasta 13 horas seguidas en una cocina y nunca me había pasado nada. No me lo podía creer. Sentía impotencia y rabia.

– ¿Qué solución te dieron para encontrarte mejor?

Faltaban dos días para Navidad de 2023 cuando me llamó la neuróloga y me dijo que pondrían mi caso en común con el equipo de neurología del Hospital Clínic porque creía que me tenían que derivar. Tenía lesiones nuevas y actividad de la EM. Después de Navidad, fui a ponerme una segunda dosis del tratamiento y me dijeron que la enfermedad había avanzado muy rápido, que no podríamos saber nunca si con fármacos respondería o no, ya que había un riesgo de que no funcionaran. Me recomendaron un trasplante de medula.

– ¿Cómo te lo tomaste?
Fue un golpe duro. En menos de un año, pasé de estar trabajando en el restaurante Celler de Can Roca a tener que hacer quimioterapia y someterme a un trasplante. Me cayó el mundo encima.

– ¿Cómo fue este proceso?
Duró meses. Después de una primera quimioterapia, me extrajeron células madre y, después de un segundo ciclo, me las reintrodujeron. El cuerpo tenía que aceptarlas y regenerar la medula.

– ¿Cómo te encontraste?
Fatal, como si me hubiera pasado un camión por encima. Pero desde el verano pasado hasta ahora he hecho mucho trabajo físico y mental. Estoy muy agradecido tanto al hospital Clínic como al Taulí, que me han puesto las cosas muy fáciles, y a mis terapeutas. Con su apoyo, he salido adelante.

– ¿Tomas medicación?
Para la esclerosis, no, porque el tratamiento te permite pasar años sin tener que tomarla, pero sí que tomo para la depresión. El diagnóstico ha sido un bache enorme. En dos años, mi vida ha cambiado radicalmente y he perdido todo el control sobre mi futuro.

– ¿Crees que volverás a trabajar?
Llevo 22 meses de baja. Los médicos dicen que puedo hacer vida normal, pero yo sé que mi vida de antes no era normal.

– ¿Volverás a la cocina?
No puedo volver a mi trabajo porque no puedo responder a la exigencia física y mental que supone. Necesito tranquilidad y calma. Necesito frenar el ritmo de vida. Sé que mi enfermedad no es compatible con el trabajo que yo tenía y esto ha sido muy duro. Quiero seguir estando relacionado con la gastronomía desde otro punto de vista. Le estoy dando muchas vueltas. Al final, la vida me ha dado una segunda oportunidad y la tengo que aprovechar.

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