Teo Crespo: “Ahora puedo luchar con manos y pies contra la esclerosis”

Hace meses tuvo que dejar de trabajar como taxista. Interpretó que la esclerosis múltiple le había ganado una batalla, pero admite que desde que dedica el día a cuidarse se encuentra mejor y tiene más herramientas para plantarle cara a la enfermedad y luchar contra la esclerosis múltiple.

¿Cómo te diagnosticaron la EM?

En junio de 2007, teóricamente, tuve un ictus. Estuve ocho días ingresado y me dieron el alta porque no encontraron ninguna secuela ni nada.

¿Y qué pasó después?

Estuve nueve años con síntomas. Tenía incontinencia, me miraron la próstata y me dijeron que más o menos estaba bien. Tenía dolores en la pierna, me hicieron pruebas y también me dijeron que todo estaba correcto. Y yo pensaba: si paso catorce horas sentado en el taxi, ¡cómo no me van a doler las piernas! Se me dormían las manos y pensaba que era normal, que tanto conducir me afectaba a las cervicales, el cuello y las manos. Fui al osteópata, al acupuntor, me hacía masajes… pero llegó un momento en que los síntomas se repetían cada vez más.

¿Cuándo te hicieron pruebas más específicas?

Me hicieron una resonancia, pero me llamaron enseguida porque la tenían que repetir con contraste: había cosas que no veían claras. Me repitieron la prueba y recibí el diagnóstico de esclerosis múltiple en 2016.

¿Cómo viviste el diagnóstico de esclerosis múltiple?

Me hundí. Cuando te dicen “esclerosis múltiple”, lo primero que piensas es en una silla de ruedas. En ese momento no sabes cuánta gente la tiene ni exactamente qué es, porque es una condición muy desconocida. Por eso yo siempre intento explicarla. A veces le cuento a alguien qué es la esclerosis múltiple y, tres años después, me vuelve a ver y me dice que camino cojo. Y pienso: “Claro, si ya lo estaba hace tres años, ahora mejor no voy a estar; y si lo estoy, ¡es que han encontrado la solución!”. Mucha gente me pregunta si es una enfermedad de los huesos. Otras me dicen que me ven muy bien, y yo, que siempre intento ser alegre, pienso: “Si yo te contara…”.

Entre 2007 y 2016, ¿la enfermedad fue avanzando?

Sí. Durante ese tiempo pasé de una esclerosis múltiple primaria a una secundaria, y luego a una secundaria progresiva. Ahora es una lucha de fondo. Sé que ganaré batallas, pero perderé la guerra.

¿Qué quieres decir con eso?

Lo peor de la EM no es la parte física, porque esa se puede medio controlar, sino cuando la EM sube al pensamiento, a la cabeza, como digo yo. Eso ya es otra película. Siempre he sido muy positivo, digo sí a todo y me atrevo con todo. Pero con la EM tienes que renunciar a una parte de tu vida. Es un duelo, pero en mi caso es un duelo progresivo. Hoy me encuentro de maravilla, mañana me despierto pensando que será igual y ya no lo es. Puede ser un día desastroso y vuelves atrás, a la pantalla anterior.

¿Has hecho terapia para gestionar todo esto?

Sí, estuve en terapia los tres primeros años después del diagnóstico, porque no asimilaba el duelo. Pensaba que lo tenía superado, pero en mi caso el duelo llama a la puerta constantemente, vuelve una y otra vez. Yo digo que para todos los síntomas hay un jarabe, pero para la cabeza… La cabeza es una centrifugadora que funciona por su cuenta y solo genera pensamientos negativos. Para mí esta parte es muy importante.

¿Cómo afrontaste el diagnóstico al principio?

Intentando hacer vida normal.

¿Y seguiste trabajando de taxista?

Sí, estuve trabajando hasta este año, que es cuando cogí la baja.

¿Te costó dejarlo?

Mucho. Dejar de trabajar era como una mutilación. Encima de no tener salud, me retiraba también de la vida laboral. Cuando le decía a la gente que cogía la baja, todos me decían “muy bien”, pero yo estaba triste, porque sentía que la enfermedad había ganado un poco más de terreno, que se comía otra parte de mi vida.

Pero supongo que ya no podías más.

Exacto. Cada vez hacía menos horas y estaba más agotado. La fatiga era diaria. Trabajaba como taxista en Barcelona, con todo el estrés que eso supone. Al principio, cuando trabajaba cinco o seis horas, ya me encontraba mal. Llegó un punto en que, con solo dos horas al volante, ya no podía más.

¿Cómo te encuentras ahora que has dejado de trabajar?

Soy el dueño de mi tiempo. Ahora vivo pensando en mi cuerpo, en encontrarme bien. He hecho rehabilitación en el Cemcat, terapia en la Fundación, mindfulness, marcha nórdica… y he hecho más bicicleta que nunca en mi vida, porque me gusta mucho.

¿La bicicleta te ha ayudado?

Sí. De hecho, fuimos al neurólogo con mi mujer porque ella decía que no era bueno que hiciera tanta bicicleta, y el neurólogo dijo que, si no fuera por eso, ya estaría en silla de ruedas. El deporte me ayuda mucho. Desde aquel día tengo carta blanca. De siete días a la semana, solo uno no salgo. Formo parte de un equipo que se llama Génesis, de ciclismo inclusivo, donde hay personas con y sin discapacidad. Salgo con gente a la que le falta una pierna o un brazo. A mí me falla una pierna y un poco el brazo, pero corro con personas que no tienen ni brazo ni pierna ¡y no puedo seguirles! Y eso te hace cambiar el chip: piensas “si ellos pueden con una pierna, yo que tengo una y media tengo que poder”.

Ahora debes valorar más no trabajar, ¿verdad?

Sí, estoy contento porque he ganado calidad de vida. Si tienes fatiga y tienes que trabajar, trabajas igual, pero si tienes fatiga y estás en casa, puedes escuchar a tu cuerpo y descansar.

¿Te encuentras mejor desde que no trabajas?

Sí, estoy más tranquilo conmigo mismo. Puedo hacer lo que me piden la cabeza y el cuerpo. Ahora puedo luchar con manos y pies contra la esclerosis y plantarle cara. Ya no tengo la excusa de no tener tiempo. Eso sí, cuando pierdo, me fastidia. Esta enfermedad es muy puñetera. He tenido dos duelos.

¿Qué quieres decir con dos duelos?

Sí. Hace un año le diagnosticaron EM a mi hijo, y eso ha sido lo más duro. Sé que no soy culpable, pero duele.

¿Cómo se encuentra él?

Bien. A diferencia de mí, él tuvo el diagnóstico y el tratamiento en tres meses. Tiene 26 años y, en la última resonancia, todo ha salido bien. Pero con esta enfermedad ya se sabe: hay gente que corre maratones y luego acaba motorizada.

¿Has cambiado también la alimentación?

Sí. Desde que no trabajo, mucho mejor, porque como en casa y puedo controlar lo que como. Antes paraba un momento y comía cualquier cosa.

¿Sientes que estás ganando esta batalla?

Sí, creo que sí. La EM ha notado la diferencia. Antes parecía el tamborilero del Bruc y ahora hay un ejército para plantarle cara. Recomiendo dejar de trabajar si tienes la opción de dedicarte a ti mismo. De hecho, otras personas que han cogido la baja también lo dicen: con eso sales ganando. Sé que, si ahora tuviera que volver a trabajar, perdería todo lo que he ganado en este tiempo.

 

La historia de Teo es un ejemplo inspirador de cómo luchar contra la esclerosis múltiple día a día, con determinación, autocuidado y esperanza. Su experiencia demuestra que el bienestar también se construye con pequeños gestos, como cuidar la alimentación, hacer ejercicio o buscar apoyo emocional.

Si tú también quieres formar parte de una comunidad que te acompaña en tu camino, únete a nuestra Comunidad EM.

Debe iniciar sesión para comentar.

¿Tienes una cuenta? ¡Inicia sesión ahora!

¿No tienes una cuenta? ¡Regístrate ahora!