Sílvia Hurtado: ‘En casa hemos convertido la muleta en un objeto divertido para que los niños vean que no pasa nada’

Sílvia Hurtado tiene 41 años. Le diagnosticaron esclerosis múltiple en noviembre de 2012 y, desde entonces, intenta convivir con la situación y hacer que sus dos hijos, Abril y Jordi, de 6 y 2 años, la entiendan.

La diagnosticaron después de tener a su segundo hijo.

Yo tuve a Jordi el 2 de noviembre de 2012 y después del parto notaba temblores en la mano izquierda. Al principio, los médicos pensaron que era de las tiroides pero me empezaron a hacer pruebas y lo descartaron. Mi doctora de cabecera me envió al neurólogo. La primera prueba ya dio síntomas de esclerosis múltiple.

¿Se lo dijeron?

No. Me hicieron un informe con palabras que no entendía y me dirigieron al hospital Can Ruti. Allí el doctor me explicó las pruebas que me realizarían y no me dijeron nada sobre el diagnóstico hasta la última prueba.

¿Cuándo le comunicaron el diagnóstico?

Me diagnosticaron el 10 de noviembre de 2014 y cuando entré en el despacho de la doctora y vi más médicos pensé que pasaba algo. Intuí que podía ser esclerosis múltiple pero no lo creía.

¿Por qué lo intuía?

Porque en cada visita a las consultas había un cartel en el que ponía esclerosis múltiple. Además tengo una pariente, Olga, que tanto ella como su padre están afectados de esclerosis múltiple. Siempre hemos estado muy vinculados a estos parientes y ella, que tiene 42 años, sufre una esclerosis múltiple muy agresiva. Así que cuando me diagnosticaron creí que acabaría como Olga, que va en silla de ruedas. Mi primera pregunta fue si la enfermedad es hereditaria, porque tengo dos hijos, una niña de 6 años y un niño de 2.

¿Su único síntoma era el temblor de la mano?

Y también que, cuando caminaba iba de lado y me dolía la pierna izquierda, me cansaba mucho. Yo que siempre me muevo mucho me daba cuenta de que estaba limitada, de que no tiraba. Eran muchas cosas las que se me juntaban y no les encontraba sentido, pero lo que peor he llevado es el temblor de la mano.

¿Qué pasó tras el diagnóstico?

Te preguntas “¿y ahora, qué?”. Pero debo luchar. Tengo dos hijos que dependen en un 90% de mí porque estoy todo el día con ellos. Abril tiene 6 años y lo entiende, pero Jordi, que tiene 2, no.

¿Le ha hablado a su hija de la enfermedad?

Sí.

¿Cómo lo vive?

Ella iba viendo que, por ejemplo, yo preparaba la comida y, si tenía un temblor en la mano izquierda, todo lo que cocinaba salía volando o que me costaba cortar la comida y cosas así. Entendió que debía ayudar a mamá y no ponerle obstáculos. La verdad es que es un sol. “Mamá yo te ayudo”, “mamá, ya corto yo la carne”, y dice “menos mal que la cocina es pequeña, si algo sale volando lo encontraremos rápido”. Le pone humor. Los niños son un gran apoyo porque yo intento salir adelante pero ellos ponen mucho de su parte.

La diagnosticaron en noviembre y ya lleva una muleta.

Sí, primero sufrí un brote medular y después me caí por la calle dos veces. Me dijeron que debía llevar un punto de apoyo. Mi muleta se llama Filomena. En casa la hemos convertido en un objeto divertido para que los niños vean que no pasa nada. Mis hijos y sus amigos siempre me preguntan por Filomena. Mi hijo pequeño hasta me la esconde.

¿Usted trabajaba antes de que la diagnosticaran?

Sí, haciendo conservas artesanales de anchoas y boquerones. Nos despidieron justo antes del diagnóstico y creo que fui la primera en ser despedida porque veían los temblores que sufría, aunque yo intentaba disimularlos.

¿Ahora puede trabajar?

Me han concedido la invalidez y no puedo volver a trabajar haciendo conservas. Me han salido trabajos de administrativa pero tampoco puedo trabajar como administrativa porque se me va la mano. Lo de no poder trabajar lo llevo fatal pero lo que peor he llevado ha sido no poder conducir. Ahora ya puedo porque tengo un coche automático pero hasta ahora no me era posible embragar y un día sufrí un calambre en la pierna.

Usted va encontrando salidas a todos los obstáculos.

No me sé quedar apalancada, he sido siempre muy activa. Ahora ya noto que se me cortan las alas. Participo en dos grupos de apoyo: uno en Can Ruti, que se llama Comando G. A veces vas allí y piensas “¡qué bien estoy!”. Y en el Masnou también tenemos un grupo de esclerosis múltiple que se llama Remem.

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