Lolita Pedrol: “La vida hay que cogerla tal como viene”

Le diagnosticaron esclerosis múltiple hace 5 años, cuando tenía 43. Le acababan de subir el sueldo en el trabajo y le habían dado coche de empresa, pero cuando supieron que tenía EM la despidieron. Ahora trabaja en una escuela y es voluntaria de la FEM.

– ¿Cómo empezó todo?

Un día noté que tenía la cara como dormida, como si saliera del dentista. No le hice caso. Como tenía visita con la doctora de cabecera por otra cosa, lo miró y me dijo que podría ser una capsulitis y que volviera pasados dos o tres días si todavía estaba así.

Al día siguiente por la mañana, mientras estaba en el trabajo, noté que ese hormigueo me daba la vuelta a la cabeza. De pronto me hizo como una ola, fue una sensación extraña, que quizás no sé explicar muy bien.

– ¿Qué hiciste?

Tenía un hospital muy cerca y fui a urgencias. Me lo miraron todo y no tenía nada. Decían que tenía síntomas de un ictus y de parálisis facial, pero que no era ninguna de las dos cosas.

Al final, tras muchas pruebas, me dijeron que lo único que les quedaba por hacer era una resonancia magnética. Y ahí se vio muy claro.

– ¿Sospechabas que tenías esclerosis múltiple?

No era difícil, porque en el mismo resultado de la resonancia magnética lo ponía. Pensé: “ya he pringado”.

– ¿Sabías qué era la EM?

Sí, porque en Sant Feliu de Guíxols somos unos cuantos y ya conocía a gente.

– ¿Cómo evolucionó ese brote de sensibilidad que tenías?

Todavía lo tengo. Se ha marchado la parte fuerte del brote, pero el hormigueo en la mejilla izquierda lo tengo siempre. La EM me ha afectado a la parte izquierda del cuerpo, también en la mano y en el pie. En las manos no lo tengo siempre, solo a veces. No sé de qué depende.

– ¿Cómo te tomaste el diagnóstico?

Conocía la enfermedad, pero no había profundizado en ella. Hice caso de lo que me dijeron y no miré en internet. La vida hay que cogerla tal como viene, rendirse no es una opción y quedarse llorando por las esquinas no es ninguna solución. Cogí las herramientas que necesitaba para salir adelante.

La vida hay que cogerla tal como viene, rendirse no es una opción y quedarse llorando por las esquinas no es ninguna solución.

– ¿Quién te dio las herramientas?

El doctor René Robles en el Hospital Trueta de Girona, la psicóloga y los fisioterapeutas. El día que me diagnosticaron, me sacaron del despacho del doctor y me llevaron al despacho de la psicóloga para preguntarme cómo estaba.

– ¿Y?

Inicialmente, es un shock, pero yo soy una persona que se toma las cosas tal y como vienen y si me hubiera encogido en un rincón ahora no podría estar aquí. A veces he tenido brotes difíciles y si no pones de tu parte no funcionas.

– ¿Cuándo tuviste el último brote?

Ya hace mucho. Por la pandemia. Estuve 5 semanas sentada en una silla de ruedas. Con los fisioterapeutas y el doctor nos veíamos por videollamada y me decían que no sabían cómo evolucionaría.

Si no hubiera intentado hacer todo lo que me decían, quizás no lo hubiera conseguido, porque era más cómodo estar en el sofá. Evidentemente, había días que tenía que estar en el sofá porque no había manera, pero cuando vi que empezaba a estar más fuerte me esforcé todo lo posible.

Si no hubiera intentado hacer todo lo que me decían, quizás no lo hubiera conseguido, porque era más cómodo estar en el sofá.

– ¿Hiciste terapia con la psicóloga después del diagnóstico?

Sí, y también hice una terapia de grupo.

– ¿Te fue bien?

Muchísimo, porque no fue vengo, escucho y me voy, sino que las herramientas las utilizo. Igual que cuando nos han explicado cómo hacer las tareas cotidianas para que sea más fácil. Por ejemplo, cómo evitar que cuando estás en la cocina te cortes y no te des cuenta, que a mí a veces me pasa porque no tengo suficiente sensibilidad.

En fisioterapia también me han enseñado a enderezarme cuando pierdo el equilibrio. Si no fuera porque lo sé, estaría en el suelo seis o siete veces cada día.

– ¿Qué síntomas tienes?

La sensibilidad de la parte izquierda afectada y he perdido el equilibrio, aunque si me concentro lo controlo. A veces hago cosas raras, pero es para no caer al suelo y montar el numerito, que no hace falta, aunque es verdad que es más fácil dejarse caer.

Y después tengo el trigémino afectado y tengo fatiga, que es lo que peor llevo. Por la mañana estoy bien, pero a las 2 estoy como un cromo. No es que esté cansada, es que no arranco. No sé cómo explicarlo.

Tengo un trabajo que me viene muy bien, porque tengo muchos ratos libres y me ayuda a parar. También tengo suerte, porque en el trabajo si necesito reposar o algo, nunca me ponen ninguna pega.

Tengo un trabajo que me viene muy bien, porque tengo muchos ratos libres y me ayuda a parar.

– Trabajas en una escuela de refuerzo en comedor.

Sí, y de refuerzo en secretaría. Por la mañana abro el colegio y hago la monitorización de los niños que llegan más pronto. Ese horario me va muy bien.

– ¿Has tenido que cambiar de empleo a raíz de la EM?

Cuando me diagnosticaron, yo estaba trabajando en las oficinas de una empresa de telefonía móvil. El día que me diagnosticaron fui a la doctora de cabecera para explicarle cómo estaba y me dio la baja por unos días para que pudiera centrarme y conectar la cabeza y el cuerpo.

Yo no había ido a pedir la baja, pero ella me dijo que con la casa, el trabajo, los niños… Lo necesitaba. Cuando fui a la empresa a llevar la baja y decirles lo que me había pasado…

– ¿Les dijiste que tenías EM?

Sí, y al día siguiente recibí un burofax para decirme que me despedían por bajo rendimiento voluntario.

– ¿Lo denunciaste?

– ¿Y?

Me han estado pagando durante dos años, porque no era bajo rendimiento voluntario. Un mes y medio antes de que me despidieran me habían subido el sueldo y dado coche de empresa…

A mí me fue muy bien, porque pude reposar y hacer todas las terapias en el hospital sin sufrir por el trabajo. Ahora he encontrado empleo en mi pueblo y puedo ir al trabajo andando.

– ¿Has tenido que cambiar de hábitos desde el diagnóstico?

En el hospital nos dieron pautas de ejercicios que hago todos los días en casa.

– ¿Has contado tu EM a todo el entorno?

Sí, porque no es un secreto. Si hoy voy con bastón porque me cuesta andar ya sabes por qué.

– ¿Utilizas bastón?

Ahora no, pero cuando tuve el brote sí y alguna otra vez también.

– ¿Te ha costado cogerlo?

Me ha costado mucho menos dejarlo. Durante una época lo llevaba siempre encima. A veces mi padre me dice que debería ir siempre con bastón y yo digo que no porque si me acostumbro al bastón me volveré más vaga.

Lo que tengo que hacer es intentar ir al máximo hasta donde pueda y cuando no pueda, ya lo cogeré. No voy a provocar lo que aún no tengo. Quizás no tenga que coger nunca más el bastón o quizás lo tenga que coger mañana. De momento está aparcado. El bastón es una herramienta.

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