Estrategias para combatir el síndrome del cuidador quemado

Adaptarse emocional y psicológicamente a la esclerosis múltiple suele ser complicado debido a la ausencia de cura, la diversidad de síntomas y la incertidumbre de los futuros efectos de la enfermedad sobre las capacidades físicas y cognitivas.

Varios estudios han demostrado la relación entre la esclerosis múltiple, la ansiedad y la depresión. Los síntomas de la ansiedad, como las crisis de pánico, el miedo a los espacios abiertos o cerrados, y los de la depresión, como la tristeza, la sensación de desesperanza y el sueño excesivo, se suman a los síntomas propios de la enfermedad que afectan a la calidad de vida de las personas con EM.

Pero estos no son exclusividad suya, quienes les rodean también pueden sufrir el impacto psicológico de la enfermedad. Las personas que cuidan a personas con esclerosis múltiple también son vulnerables al desgaste psicológico y las alteraciones emocionales.

 

El cuidador informal de esclerosis múltiple

El entorno familiar es sumamente importante para la persona con esclerosis múltiple, pues supone una ayuda práctica en el día a día y un apoyo emocional en el transcurso de la enfermedad. Muchas veces, el familiar que dedica tiempo y energía a cuidar de la persona con EM acaba por transformarse en un cuidador informal.

Se ha descubierto que quienes asumen este nuevo rol también presentan síntomas de ansiedad y depresión asociados al grado de sintomatología de la EM, a la sobrecarga emocional ante el diagnóstico y al curso de la enfermedad. Síntomas como el aislamiento social, los cambios de humor, la inestabilidad emocional, el insomnio o la fatiga se asocian al síndrome burn-out o quemado del cuidador informal.

 

Consejos contra el síndrome del cuidador quemado

El desgaste emocional y físico hacen necesario tomar medidas contra este síndrome. Estas son algunas de ellas:

  • No olvidar la propia identidad. Aunque uno le dedique tiempo y energía a cuidar a la persona con esclerosis múltiple, es necesario que no olvide su propia vida. Atender los asuntos propios (trabajo, amigos, pareja, hijos) permite preservar la identidad. Es fundamental intentar buscar un equilibrio entre la vida y el rol de cuidador.
  • No olvidar el autocuidado. Las personas que asumen las tareas de cuidador no deben descuidar su salud y su bienestar.
  • Realizar diariamente ejercicios de relajación. Para paliar síntomas de ansiedad, se recomienda aprender ejercicios de relajación para realizarlos cada día.
  • Realizar actividades por placer. El ocio debe ser una parte fundamental de la vida de una persona. Descubrir nuevos hobbies y practicar aquellos de siempre es un modo ideal de romper con la monotonía, olvidar las preocupaciones y enriquecerse personalmente.
  • Aprender a poner límites. Saber decir “no” es una parte esencial del aprendizaje de cualquier cuidador.
  • Pedir ayuda cuando se considere necesario. Creer que uno puede con todo es un craso error. Pedir ayuda no es una señal de debilidad, sino de inteligencia. Cuando las responsabilidades son inasumibles por una sola persona, familiares, amigos o profesionales pueden tender una mano para evitar que la situación se desborde.
  • Ser consciente de las propias emociones. No solo las emociones de los demás son importantes, también las propias. Uno debe aprender a conocerse y a ser consciente de aquello que le sucede.
  • Hablar sobre los propios sentimientos con familiares o amigos. La comunicación permite entender mejor lo que uno siente o padece, a la vez que uno aligera esta carga.
  • Fomentar las relaciones sociales. El ámbito social no debe descuidarse, pues ayuda a combatir el aislamiento.
Revisado por: Sara Navarro Col·legi Oficial de Psicòlegs de Catalunya (colegiada nº 23.565)
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