Diana Blanxart “Saldría a pasear, ¡pero me canso tanto!”

Tiene 34 años y esclerosis múltiple diagnosticada desde hace 14 años. Durante este tiempo, no solo ha tenido que irse adaptando a la esclerosis múltiple, sino que además ha entrado en un proceso de transformación de género.

– ¿Cuándo te diagnosticaron?

Tuve el primer brote cuando tenía 19 años y, meses después, me diagnosticaron la esclerosis múltiple.

– ¿Cómo te encuentras?

Los primeros años sentía fatiga. No podía hacer mucho.

Dejé la universidad y comencé una formación profesional, pero me dormía en clase y luego llegaba a casa y me pasaba las tardes durmiendo. Ahora, además de la fatiga, me falla la memoria, a veces pierdo el equilibrio, con la mano izquierda he perdido fuerza y ​​me cuesta coger las cosas.

Los primeros años sentía fatiga. No podía hacer mucho. Dejé la universidad y empecé formación profesional, pero me dormía en clase y luego llegaba a casa y me pasaba las tardes durmiendo.

– ¿Por qué dejaste la universidad?

Estaba estudiando un grado de informática que no me gustaba. Entonces tuve el brote y, con el diagnóstico, lo dejé para hacer un grado superior de radioterapia.

– ¿Y has trabajado con la radioterapia?

Trabajé hasta hace casi dos años, cuando lo tuve que dejar, y pedí la incapacidad.

– ¿Cómo es tu vida ahora?

Estoy en casa… con esto de la covid tampoco podía salir mucho. De casa a comprar, a tirar la basura… Saldría a pasear, ¡pero me canso tanto! Ayer fui al teatro con unos amigos y, solo de ir y volver, esta mañana ya estaba agotada.

– La esclerosis múltiple te afecta en tu vida diaria.

Lo que más me afecta y me cuesta es la fatiga. Con los otros síntomas me voy adaptando, pero con la fatiga no puedo. Al final aprendes que, si haces algo, al día siguiente estás de una manera, o cómo tienes que hacer las cosas para tener menos fatiga.

También me falla la memoria, me cuesta retener las cosas, a veces se me olvidan las palabras. Estoy cocinando y pienso: “tengo que coger los huevos”, me giro, abro la nevera y me pregunto: “¿por qué he abierto la nevera?”.

Lo que más me afecta y me cuesta es la fatiga. Con los otros síntomas me voy adaptando, pero con la fatiga no puedo.

– ¿Haces rehabilitación?

Sí, pero para la fatiga no hay nada. Hay unas pastillas que a mí no me sirven y luego hay que hacer ejercicio. Si no lo hago, me canso más.

– ¿Cómo empezó tu EM?

Tuve parestesia en la parte izquierda del cuerpo y tenía hormigueos.

– ¿Y cómo te tomaste tu diagnóstico?

Al principio fue muy duro, lloraba cada día antes de ir a dormir. Pasé de estudiar, trabajar, hacer deporte, quedar con los amigos o ir de fiesta a, de la noche a la mañana, ser útil solo por la mañana y con calma.

Un año después del diagnóstico cambié. Pensé que no me podía amargar siempre. Además, me miraba al espejo y me decía: “yo no soy un hombre, yo no soy la persona que veo”. Entonces me hacía la pregunta, ¿pues qué soy? Y no la respondía. Así me pasé unos años.

Hasta entonces había pensado que, en otra vida, había hecho algo terrible y que este era mi castigo: verme en un cuerpo que no era el mío, saber que nunca podría ser la mujer que veía en el espejo o llevar la ropa que llevan otras chicas.

Un año después del diagnóstico cambié. Pensé que no me podía amargar siempre. Además, me miraba en el espejo y me decía: “yo no soy un hombre, yo no soy la persona que veo”.

– ¿Hasta cuándo?

El año 2019 llegó un momento en que me dije que no podía seguir así. Hasta entonces, me decía que ya tenía bastante con la esclerosis múltiple como para ponerme en el lío del cambio de sexo, porque la EM me come todo el tiempo.

– ¿Por qué en el año 2019?

Desde antes ya me vestía de mujer. Tenía una peluca, un vestido, zapatos de tacón. Un día me miré al espejo y me dije: eres una mujer. Me quité un peso de encima y me puse a llorar. ¡Lo había aceptado! Sabía que lo era, pero todavía buscaba una excusa.

Fui a la psicóloga, se lo conté todo y me dijo: “yo no sé por qué has venido aquí, porque lo tienes muy claro”. Así, en 2019 empecé con el endocrinólogo todo el proceso de hormonación.

– ¿Las hormonas interfieren con los tratamientos de EM?

El endocrinólogo habló con el Cemcat, que es quien me trata. Me dijeron que no había ningún problema y que incluso podría ir mejor para la EM, porque hay estudios que dicen que podría ralentizar la enfermedad… Pero no lo saben, son estudios. Lo que sí me dijeron es que, si lo empezaba, no lo dejara, y ahora me encuentro que no hay abastecimiento de pastillas de hormonas.

– ¿Cuándo comenzaste a sentirte una mujer?

No es que me sintiera mujer, es que sabía que lo era. De pequeña ya miraba los vestidos de mi madre y tenía sueños en que me miraba en un espejo y veía una mujer en mi imagen reflejada.

– Has tenido que ser valiente para aceptar la EM y el cambio de género.

Sí, pero es porque ves que no hay más salida. O tiras adelante o lo lamentas toda la vida.

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