Espasticidad

Espasticidad

La espasticidad es un trastorno frecuente en personas con esclerosis múltiple (EM). Más del 85% de los pacientes de EM lo experimenta en algún momento de su vida. La espasticidad se trata de una activación involuntaria de los músculos que produce rigidez y aparece cuando grupos musculares opuestos se contraen y se relajan a la vez.

En España dos de cada tres pacientes de EM presentan espasticidad y, en más del 40% de los casos, el grado de severidad de la espasticidad es de moderado a muy grave.

El origen patológico de la espasticidad radica en daños en el cerebro y/o la médula espinal. Particularmente, en los pacientes de EM aparece como consecuencia de la pérdida progresiva de mielina que recubre los nervios cerebrales y medulares que controlan el movimiento.

Esta desmielinización provoca un aumento del tono muscular, causando tensión en los músculos de forma intermitente o permanente, y la aparición de espasmos y temblores involuntarios (también llamados clonus). La fatiga y el dolor son otras afecciones características de la espasticidad en EM.

La sintomatología de la espasticidad relacionada con la EM se presenta normalmente en las extremidades inferiores. Las partes del cuerpo más afectadas son las piernas, las ingles, los glúteos y los pies, aunque en menor medida también puede tener un impacto en las extremidades superiores -brazos y manos-. De forma menos frecuente, algunas personas pueden presentar espasticidad en otras partes del cuerpo como la espalda.

Los espasmos relacionados con la EM en las extremidades inferiores desembocan en dos tipos de patrones motores de espasticidad:

  • La espasticidad flexora es una flexión involuntaria de las caderas o las rodillas en la que principalmente participan los músculos isquiotibiales (músculos dorsales y superiores de la pierna). Las caderas y las rodillas se flexionan hacia arriba y contra el torso.
  • En la espasticidad extensora intervienen los músculos cuádriceps (músculos frontales y superiores del muslo) y los aductores (músculos interiores del muslo). Las caderas y las rodillas se mantienen estirados con las piernas juntas y cerradas o cruzadas a la altura de los tobillos.

Aunque la espasticidad se presenta en una proporción elevada de los pacientes de EM, no todo el mundo se ve afectado de la misma manera. En ocasiones, la rigidez muscular puede ser tan sutil que la persona la percibe como una ligera sensación de tensión sin que este hecho suponga ningún impacto funcional asociado.

En algunos pacientes, un grado de espasticidad ligero incluso puede ser beneficioso y ofrecer el apoyo necesario para levantarse o girarse cuando la debilidad de las extremidades lo dificulta

No obstante, cuando el grado de espasticidad es más severo el incremento elevado del tono muscular puede convertirse en una afección dolorosa con espasmos incontrolables asociados que obligan a invertir mucha más energía de lo habitual para llevar a cabo cualquier actividad diaria. En estos casos, la espasticidad pronunciada si que podría interferir en aspectos esenciales de la vida del paciente.

La espasticidad puede originar problemas graves como una reducción de la movilidad y de la capacidad funcional, un incremento de la fatiga y de la debilidad durante el día, perturbaciones del sueño, posturas anormales que generan dolor y alteraciones en la realización de tareas de higiene personal. Hay que añadir que la dificultad para mover las extremidades de forma pasiva no sólo interfiere en la comodidad y el bienestar del paciente, sino que también complica la actividad de los cuidadores.

En conjunto, la espasticidad puede alterar significativamente la calidad de vida del paciente de EM y de su familia e impactar en ámbitos como las relaciones personales o la ocupación laboral de los pacientes. Estos impactos a menudo derivan en complicaciones como la ansiedad, la baja autoestima y la depresión.

La espasticidad es un trastorno duradero y dinámico, la tendencia natural es la cronicidad. Por lo tanto, un tratamiento precoz, que se inicie durante primeros estadios del trastorno, puede conseguir mejorar su evolución. Si no se trata, la espasticidad puede causar un acortamiento de los músculos y tendones y provocar graves contracturas permanentes.

Como paciente de EM debes mencionar a tu profesional médico todos aquellos síntomas relacionados con la espasticidad que detectes, aunque sean de apariencia leve

Esta medida sencilla podría facilitar la detección precoz del trastorno y, por tanto, favorecer la aplicación preventiva de un tratamiento para mitigar sus efectos e impedir que, con el paso del tiempo, se transforme en un problema más relevante.

La evaluación y el tratamiento de tu espasticidad son tareas que desarrolla un equipo de profesionales multidisciplinar que trabajan de forma coordinada. Tu neurólogo valorará tus necesidades con la ayuda de auxiliares médicos y de enfermeros, pero no será el único experto que se involucrará en el manejo y la terapia de tu espasticidad. Como paciente espástico también podrás recibir, si es necesaria, la atención de fisioterapeutas, neurocirujanos, cirujanos ortopédicos, terapeutas ocupacionales y psicólogos.

Antes de iniciar un tratamiento para reducir la espasticidad, se deberá de abordar cualquier otra dificultad que pueda estar agravándola, como el estreñimiento o las infecciones del tracto urinario. Estas dificultades también reciben el nombre de espinas irritativas, y su resolución es fundamental para proceder a tratar propiamente el trastorno de espasticidad.

Los tratamientos para disminuir el grado de espasticidad son sintomáticos. Esto significa que no son terapias orientadas hacia la enfermedad de EM, ya que ésta continuará progresando, sino enfocadas únicamente al tratamiento de la espasticidad

La estrategia terapéutica deberá ser individualizada, debido a que cada paciente presentará una casuística y una evolución particular.

En este contexto, el primero que llevará a cabo tu profesional médico será un examen físico de las articulaciones afectadas y las articulaciones más cercanas a éstas, valorando el rango de movimiento pasivo y activo, la fuerza, la sensibilidad, los reflejos y la severidad de la espasticidad. Existen varias herramientas para puntuar el grado de espasticidad. Algunas de las que se usan habitualmente son la Escala Modificada de Ashworth (MAS del inglés Modified Ashworth Scale) y la Escala Tardieu.

En segundo lugar, se definirán los objetivos de tratamiento, que serán diferentes según el cuadro clínico y las necesidades de cada paciente. Tu profesional médico y tu cuidador consensuarán contigo los objetivos de tratamiento y definirán unas metas que sean objetivas y que generen unas expectativas realistas.

Los objetivos que se persiguen en el tratamiento de la espasticidad comprenden:

Mejorar la funcionalidad:

  • Mejorar la funcionalidad:
  • Postura y sedestación (mantenerse sentado de forma autónoma)
  • Manejo de la silla de ruedas y transferencia
  • Relaciones sexuales

Mejorar la calidad de vida y el confort:

  • Dolor
  • Calidad del sueño
  • Facilitar los cuidados y las actividades de la vida cotidiana:
  • Higiene, vestirse y alimentación

Prevenir y tratar las complicaciones musculoesqueléticas:

  • Contracturas y subluxaciones
  • Úlceras por presión

Mejorar la estética:

  • No requerir calzado especializado

Una vez las metas se hayan consensuado de forma personalizada, se discutirán las ventajas y desventajas de cada una de las posibles estrategias de tratamiento. Aunque actualmente no existe una cura definitiva para la espasticidad, se dispone de varias opciones terapéuticas que pueden aplicarse para reducir los efectos de este trastorno. Algunas de las opciones incluyen:

  • El uso de aparatos ortopédicos para estabilizar las extremidades o las articulaciones afectadas.
  • Mover frecuentemente los músculos afectados y recolocar las partes del cuerpo afectadas.
  • Estiramientos suaves y ejercicios para mejorar el rango de movimiento.
  • Medicación oral.
  • Medicación inyectada cuando es preferible un tratamiento de acción local.
  • Medicación administrada en forma de implantes subcutáneos para el bombeo permanente de fármacos en pacientes con espasticidad severa que no responden a las estrategias terapéuticas anteriores.
  • Intervenciones quirúrgicas en músculos, tendones o articulaciones para reducir el dolor y mejorar el rango de movimiento.

Los tratamientos se pueden combinar entre ellos para maximizar la probabilidad de éxito. Por ejemplo, si el objetivo que se pretende alcanzar es el de mejorar la marcha al caminar, una posibilidad terapéutica consistirá en la combinación de medicación oral con una rutina de estiramientos, terapia física y el uso de aparatos ortopédicos como las férulas.

Durante la terapia es muy importante que mantengas una buena comunicación con tu profesional médico y cuidador

Sin embargo, los cambios en tu estilo de vida también pueden contribuir a aumentar la efectividad del tratamiento. Minimizar el estrés o hacer ejercicios de relajación cada día pueden mejorar los resultados del tratamiento.

El seguimiento y la evaluación de los resultados del tratamiento realizados por tu equipo médico ofrecerán información que permitirá determinar el grado de severidad de la espasticidad y medir tu respuesta al tratamiento. Esta información es de gran relevancia para ir adaptando el tratamiento a cada una de tus necesidades específicas según tu progresión. Por este motivo, durante la terapia es muy importante que mantengas una buena comunicación con tu profesional médico y cuidador. Además, cualquier cambio en la rutina de ejercicios o en el tratamiento farmacológico lo tienes que hacer siempre bajo supervisión médica.

En conclusión, es posible llevar a cabo una buena gestión de la espasticidad mediante las diversas estrategias de tratamiento. Cuando se consigue reducir su severidad, el paciente se siente más vital y con más libertad, ya que los movimientos no le requieren tanto esfuerzo y se puede mover más cómodamente.

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Almirall