Ana Pardo: “Lo que tengo está en mi cabeza, pero no es psicológico”

Todo empezó con un esguince en el tobillo en el supermercado donde trabajaba y que la hacía andar mal. Tardó 3 años en tener un diagnóstico de esclerosis múltiple y le hicieron creer que todo lo que le ocurría era psicológico. Hoy dice que, pese a todo, la EM le ha permitido ganar calidad de vida y tranquilidad.

– ¿Cuándo te diagnosticaron?

En julio del 2020, pero mi diagnóstico tardó tres años en salir. Todo empezó en julio del 2017, cuando en el trabajo (trabajaba en la carnicería-charcutería de un supermercado) me hice un esguince en el tobillo.

– ¿Y entonces?

Cada vez andaba peor. Me quejaba de que me dolía el tobillo y fui al médico, que me derivó al traumatólogo de la Seguridad Social. Entonces me dijo que, al no ser operable, era psicológico. Busqué un traumatólogo privado. Me hizo una resonancia del tobillo, me puse plantillas ortopédicas y la cosa quedó así hasta el 2018.

– ¿Qué ocurrió?

Era verano, fui a la playa y al levantarme de la toalla me di cuenta de que no podía. No entendía por qué algo que siempre había podido hacer, ahora no podía hacerlo. Mi padre me ayudó a levantarme.

Al volver de vacaciones fui al traumatólogo y se lo conté todo, que la rodilla también me había dejado de funcionar y que andaba, como digo yo, que parecía un pirata. El traumatólogo lo miró y no vio nada. Me derivó a hacer rehabilitación.

Al levantarme, me di cuenta de que no podía. No entendía por qué algo que siempre había podido hacer, ahora no podía hacerlo.

– ¿Y la hiciste?

Hice 10 sesiones de rehabilitación y cuando volví al médico seguía igual. Entonces me dijo que tenía una pierna más corta que la otra y que me derivaría al neurólogo, porque eso ya no dependía de él.

– ¿Fuiste al neurólogo?

Sí, le expliqué que no podía levantarme, que andaba mal y que tenía problemas de incontinencia. Me dijo que era psicológico.

– ¿Y qué hiciste?

Al trabajar en un supermercado, pensé que si no podía, al tener dos pequeñas hernias, pediría ayuda, y fui al médico de empresa que volvió a enviarme a rehabilitación. También me dijo que yo había cogido miedo a caerme y que era un tema psicológico. Del tema psicológico acabé bastante harta.

Mientras, pensé que tal vez eran las plantillas y fui a una ortopedia que me habían aconsejado. Nada más llegar allí ya me dijeron que lo mío no tenía nada que ver con ellas, que nadie caminaba de esa manera por unas plantillas. Me pidieron que me quedara allí, que iban a buscar a un médico. Poco después apareció un traumatólogo deportivo.

– ¿Qué te dijo?

Fue la primera vez que me sentí escuchada. Le conté todo y me dijo que, si el problema no venía de cintura hacia abajo, quizás venía de cintura para arriba y que no me asustara, pero que me harían una resonancia craneal. Me la hicieron. Era febrero del 2020 y me llamaron diciendo que el médico quería verme urgentemente. Me asusté un poco.

– Normal.

El médico me dijo que tenía lesiones importantes en el cerebro y me preguntó a qué clase de médicos había ido para que no me hicieran caso cuando llevaba tres años batallando con aquello. Me dijo que acudiera urgentemente a mi médico de cabecera para que me derivaran a la unidad especializada de neurología. Ahí ya me quedé que no entendía lo que estaba pasando.

El médico me preguntó a qué clase de médicos había ido para que no me hicieran caso cuando llevaba tres años batallando con aquello.

– ¿Cuándo lo supiste?

Tuve que esperar, porque llegó el confinamiento y se quedó parado. A principios de mayo me llamó la neuróloga y me dijo que lo que tenía tiene nombre y apellidos y que podíamos hacer dos cosas: o me lo decía por teléfono o bien esperábamos a que la cosa mejorara un poco para poder ir a hospital. Y yo dije: “¡Ah no! Dígamelo por teléfono”.

– ¿Te lo dijo?

Primero me preguntó si estaba sentada y si estaba sola, yo estaba acompañada. No tenía ni idea de lo que la neuróloga me iba a decir. Me mencionó la palabra esclerosis múltiple, pero no sabía lo que me estaba diciendo, y entonces con el móvil en la mano me hizo mirar cuatro cosas para que entendiera qué era la enfermedad.

A partir de ahí, pasado un mes me llamaron para hacerme la punción lumbar y todas las pruebas. Luego me confirmaron el diagnóstico.

– Con todo esto, ¿estabas trabajando?

Hasta un mes después de que me dijeran la palabra esclerosis múltiple, trabajé. Después, el médico de cabecera me dio la baja y ya no he trabajado más.

– Sin estabilidad en la pierna debió de ser complicado trabajar todo el día de pie.

Sí, y había compañeros que me decían que cogiera la baja y en casa también me lo decían, pero como no sabía lo que tenía… Aguanté como pude. Fue complicado.

– ¿Qué pensabas cuando te decían que todo era psicológico?

Pensaba que a mí me ocurría algo. Sabía que algo no funcionaba y que no era psicológico. Incluso acabé yendo a una psicóloga que me hizo terapia, pero claro, yo seguía andando igual.

– ¿Durante todo este tiempo has continuado caminando mal o te has ido recuperando?

Cada vez iba a peor. Hoy me muevo con dos muletas.

– ¿Cómo te tomaste el diagnóstico?

No me gustó y es complicado, pero fue un descanso. Por fin podía decir y demostrar lo que tenía y entendía por qué andaba así. Lo que tengo está en mi cabeza, pero no es psicológico.

El diagnóstico no me gustó y es complicado pero fue un descanso. Por fin podía decir y demostrar lo que tenía.

– ¿En qué situación laboral estás ahora?

Me han dado la incapacidad permanente, pero solo lo tengo notificado por SMS y me han dicho que ya me lo enviarán por carta. Mientras, estoy haciendo un curso de TIC con la FEM.

Me intento reinventar, viendo cómo iba con el andar ya hace tiempo que pensé que al trabajo no podría volver. También estoy haciendo un ciclo formativo de asistencia de dirección, para avanzarme a los eventos o a lo que pueda pasar.

– ¿Cómo ha cambiado tu vida desde el diagnóstico?

Ahora me tomo las cosas más pausadamente, quizás hay cosas a las que antes no daba tanta importancia y ahora le doy más. Es muy triste decirlo, pero he ganado calidad de vida y tranquilidad. Ahora tengo que ir a mi ritmo, porque el ritmo de la gente no puedo seguirlo. Hoy mi trabajo es hacer rehabilitación, cuidarme e intentar tener la mejor calidad de vida.

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